abril 09, 2008

Crónica cumpleañera

Suena el despertador: las 6:16... mi nueva hora de levantarme...

Mi mamá se mete a mi cama y me da un abrazo. Yo la aprieto fuerte, aprovechando los segundos. Y me acuerdo de que cada año, para nuestros cumpleaños, a ella le vienen algo así como contracciones... demonios... ¿Me irá a pasar lo mismo con mis hijos?

Al rato aparece mi viejo; ya va de salida. Es así desde que tengo memoria: cuando nos levantamos, él ya se ha ido al trabajo. Pero hoy tengo el privilegio de estar despierta para recibir su abrazo.

Me levanto, salgo al comedor y lo primero que veo es un paquete de regalo. Hago todo lo que tengo que hacer y lo dejo para último minuto: tiene una tarjeta de mi sobrina. "EWARRBP RAEAAE OEAR REAR"... está aprendiendo a "dibujar letras", y atrás de la tarjeta viene la "traducción", escrita por mi hermana: "Tía Paula te quiero mucho. Que te vaya bien. Que vemos películas, que te quiero... y eso".

Después de eso, ya no importa tanto qué contiene el regalo, pero hay que abrirlo ¿No? Una cestita verde, con tres variedades de té adentro, y un colgante de plata y piedra color ámbar. Mi hermana me está armando una pequeña herencia en joyas.

Llego a la radio corriendo, tengo que leer noticias. Abro mi mail para imprimir el boletín y me encuentro con un correo de mi compañera. Sí, la misma con quien yo había decidido tener una relación cordial, pero distante. "Quería ser la primera en saludar", me escribe, "que se cumplan tus sueños, y si no ocurren este año, que sigas luchando por ello". Y me pilla mal parada, porque se me arrancan unos lagrimones ¿Será la edad? Al rato aparece con una caja de chocolates. Le doy las gracias, un abrazo y comienzo mi agitada rutina diaria.

Escribo, escribo, escribo. Voy a leer las noticias. Escribo, escribo, escribo. Atiendo el celular: "Amiiiga, gracias, sí, nos vemos a la hora de almuerzo", "Amiiiga, gracias; sí, nos vemos el viernes". Escribo, escribo, escribo. Atiendo el teléfono de la oficina: "Paula, te vinieron a dejar algo..." ¿El pedido de Amazon? Es muy luego ¿Alguna invitación a lanzamiento de libro o algo por el estilo? Tal vez. Pero no, es el habitual ramo de flores que suele ser cortesía de mi padre, pero que esta vez viene firmado por toda mi familia, y que me hace sentir como toda una miss Chile. De hecho, hubo un año en el que no fue uno, sino tres o cuatro ramos de flores... me tuve que ir en taxi a la casa.

Sigo: bajo las escaleras, le entrego el libreto al locutor; subo las escaleras, termino de escribir el otro libreto para el otro locutor. Vuelvo al escritorio, suena el teléfono: es mi mamá cantando a todo pulmón... en la radio están tocando la canción que ella siempre me canta. Todas las grabaciones están OK, corro al metro: las Chicas Superpoderosas me esperan; no pueden almorzar conmigo, pero me quieren dar mi abrazo... obvio, ellas son de las que siempre están ahí.

Paso a un almacén a comprar jugo para que brindemos. Nos encontramos en la boletería... abrazos... besos... regalos y el brindis. Conversamos apuradas, les agradezco sus regalos y el poder vernos, aunque sea un ratito.

Vuelvo, sigo trabajando. Sigo trabajando y contestando el celular. Aparece la señora del aseo: "Huuuy, que lindas las flooores ¿Se las trajo su marido?"... (Cara de "¡¿Que me las trajo quién?!")... "Nooo, ni marido ni pololo ni el perro que me ladra, son de mi familia", "¿Pero cómo? ¿No tiene pololo? Y tan rebonita que es... y no se pinta ¿Y por qué no se pinta? Mire, si tiene tan bonita boca, tiene hasta el corazoncito hecho. Póngase un poquito de brillo más que sea".

Continúo con el laburo, ya a punto de cerrar el boliche, cuando aparece mi jefe. Que un Powerpoint, que los libretos... wawa-wawa wawa-wawa... hasta qie RING! el teléfono interrumpe una, dos, tres veces; mi jefe se rinde a mi rango de celebridad-por-un-día y me deja libre.

Me junto con mi hermana, tomamos la micro, pero a poco andar se acuerda de que se le quedó algo en la tienda en la que estaba. Nos devolvemos, y yo la verdad ya no tengo ganas de hacer el trayectyo a casa toda apretujada así que ¿Qué diablos! ¡Estoy de cumpleaños y me quiero ir en taxi a mi casa!

Llegamos, hay cóctel: cositas para picar, champaña y la torta... aparece la torta, que por suerte no trae todas las velas, porque me da flojera el esfuerzo. Lo que no me da flojera es pedir mis tres deseos. Brindamos, comemos, nos emocionamos. Sigue sonando el teléfono, pero no... "esa" llamada no llega. No tendría por qué llegar, no hay quién la haga. Aunque la verdad, nunca he estado emparejada para mi cumpleaños, así que pese a que me gustaría recibir ese saludo especial, no es precisamente algo que eche de menos (si se entiende la sutil diferencia).

Así que finalmente me voy a la cama, contenta. Cómo no, si aunque haya cumplido 28, soy igual que los niños: con algo de atención y cariño soy profundamente feliz. Y vaya si hoy los recibí.