diciembre 28, 2009

Balance de fin de año (A propósito de primeras veces...)


Y ahí figuraba yo: el pelo tieso de laca, tomado en una cola enana y con un postizo encima - en forma de tomate - que podría haber ganado la Bienal de Arquitectura de tanta horquilla que tenía. Coronita de gasa con florcitas, malla, falda, panties blancas y zapatillas de ballet (de ensayo, no de punta, no estoy tan loca). Estucada como nunca en la vida, la boca bien roja, con sombra verde en los ojos y unas líneas gigantescas a lo Cleopatra, lista para salir a escena al ritmo de la Danza Rusa del Cascanueces.

La explicación de semejante cuadro surrealista se remonta a fines de septiembre, cuando decidí que tomar clases de ballet podía ser una bella forma de volver a hacer ejercicio alguna vez en la vida. Tres meses después, la raya para la suma es que, aunque tengo buen oído, sigo el ritmo y aprendo coreografías, no tengo la elongación que se requiere para ser bailarina. Y que tuve que perder enormes cuotas de pudor para disfrazarme de esa manera y bailar frente al público. Pero la verdad es que estoy feliz.

Pasa que este año estuvo lleno de nuevas experiencias, de cambiar de rumbo, de hacer cosas distintas. Comenzando por la pega: después de años en el mundo radial, y con cuatro meses de cesantía de por medio, acepté ingresar al servicio público y cambié las pautas, los libretos y la locución, por el seguimiento de medios, las minutas y los temas políticos. Salvo por ese último punto (y porque nunca tuve en cuenta que estábamos en año electoral, con todo lo que eso implica), diría que el cambio fue sorprendentemente interesante, especialmente porque tuvo una enorme cuota de aprendizaje, ha implicado reconocimiento, me permitió recuperar mi estabilidad (monetaria y de la otra) y aún mejor, hacer planes. Además entendí que, al menos en mi caso, es mejor trabajar en algo que no me apasione tanto, que no implique involucrarse tanto emocionalmente.

A mediados de año, y para no caer en la rutina del nuevo trabajo, me dio por hacer un curso express de italiano: cuatro clases en el Café Literario, con Michela (léase "Miquéla"), toscana de tomo y lomo, simpatiquísima y con ese garbo que tienen las italianas, sean o no bellas como estatua romana. Michela hacía la clase completa en su idioma natal, y para mi sorpresa, le entendía bastante. No quedé como para engrupirme a un italiano (aunque ganas no me faltan), pero aprendí las diferencias básicas de pronunciación respecto al español, palabras importantes ("io sono giornalista e lavoro per il governo"), algunas cosillas sobre el país, y la letra de una canción de Jovanotti que no conocía, pero me encantó!!! Ah, y mi sobrina se mata de la risa cuando le digo "mia nipota". Así que lo próximo tal vez sea portugués express, aunque si ando bien de los bolsillos, puede que me aventure con más clases de italiano, perche mi piace molto

Luego vino lo del ballet: el dolor hasta en las glándulas sudoríparas después de la primera clase, tanto que estuve dos días con antiinflamatorios (eran varios años de sedentarismo), superar la vergüenza de parecer Terminator al lado de mis gráciles y menudas compañeritas, comprar ropa deportiva (ajustada, joder), aprender a levantarme más temprano los sábados, estrenar moretones en las rodillas (bautizados como "Casca" y "Nueces"); comprarme un postizo para el pelo, pinches, horquillas, malla y panties; y sentir mariposas en la guata antes de salir a escena. Pero también implicó conocer a un grupo de chicas (y no tan chicas) increíbles, demasiado simpáticas, cada una con historias muy diversas; y la posibilidad de desenchufarse por completo del mundo por una hora y media, dos veces a la semana. Porque en la sala de ensayo, de verdad que el estrés, la pega, las preocupaciones, el sueño, la pena y el mal humor quedan afuera.

Pero diría que la más importante de todas las cosas nuevas que hice este año fue dejar de lado una pésima costumbre: la de bloquear y no hacerle caso a mis dolores, pérdidas, frustraciones, rabias e impotencias; las de ahora y las de hace mucho, pero mucho tiempo. Las que intuía y las que ni siquiera imaginaba que podían estar ahí. Es raro llorar a mares por cosas que pasaron hace tanto tiempo, uno se pregunta si de verdad es necesario; pero ahora entiendo que es aún más raro no llorar cuando se supone que deberías hacerlo.

En fin. El escenario de aquí para adelante es incierto: elecciones mediante, no sé si tendré pega el próximo año, o si tendré que comenzar a buscar nuevamente. Me da una lata infinita que las cosas que quiero hacer dependan de eso, pero al menos ahora tengo una lista de cosas que quiero hacer (a diferencia del año pasado). Y mirando para atrás, en realidad ya comencé a hacer algunas de las cosas que quería hacer. Así que por ahora, con eso estoy más que satisfecha.

septiembre 07, 2009

La Princesa Azul

Ya, está bien. Después de tamaño despliegue de ira feminista, siento que tengo que reivindicarme. A mi favor sólo diré que un arranque de rabia lo tiene cualquiera (aunque no todos los postean en sus blogs). La verdad es que no soy esa criatura iracunda y castradora de hombres, o al menos no la mayor parte de las veces. Es sólo que me molesta que ciertas personas la miren a una como si fuera marciana, sólo por el hecho de no tener pareja; y me perturba la idea de tener que esconder ciertas cosas de mí misma para resultar más atractiva y tener más posibilidades.

Anyway... Hubo un tiempo - hace MUCHO tiempo - en el que no tenía estas preocupaciones ni incomodidades, y caminaba feliz en mi nubecita de amor. Y de aquel entonces, asomó hace poco un recuerdo que me hizo pensar...


Era Navidad y llevábamos un par de semanas de pololeo: él llegó con su regalo, y con una pequeña tarjeta en cartulina azul, en la que había citado parte de un libro. El fragmento rezaba así:

"Nos nos miramos a los ojos, queríamos alargar los momentos previos, no había que apresurar nada... tantos milenios habíamos esperado ya... Hice una reverencia a la que ella respondió sutilmente; entré, nos comunicamos, pero no con palabras, hubiera sido demasiado vulgar, poco armonioso con ese mundo y con aquel encuentro tan anhelado. Nuestro lenguaje consistió en un ritual artístico de leves movimientos de brazos, manos o dedos, acompañados de algún sentimiento que proyectábamos vibratoriamente. Cuando el lenguaje hablado es insuficiente, el amor nos pide otras formas de comunicación..."

Como cualquier chica enamorada, me brillaron los ojitos, y me sorprendí cuando leí que el fragmento era de "Ami, el Niño de las Estrellas". No había leído el libro, pero tenía entendido que era más bien para niños, no una novela romántica. Cuando me decidí a leerlo y llegué a esa parte, me emocioné más todavía: es el capítulo en el que Pedrito, el protagonista, está conversando con Ami sobre el amor, y llegan a un planeta equis. Y desde el primer momento, Pedrito siente que está ahí para encontrarse con alguien a quien no había visto nunca, pero que sentía muy cercana.


"Era una hermosa mujer de facciones orientales y piel de un azul claro. Cabellos muy negros con partidura al centro. Tenía un lunar en medio de la frente. Sentí mucho amor por ella, y ella por mí. Llegaba el momento culminante. Acerqué mis manos a las suyas... y todo desapareció. Estaba junto a Ami, en la nave, la neblina luminosa y blanca indicaba que nos íbamos de aquel mundo".

Snif... ¡Yo era su Princesa Azul! No podía haber sido más romántico. Pero todo en la vida tiene fecha de vencimiento, incluso las mejores experiencias; y cuando esa historia terminó, lo único que quise conservar de él fue esa tarjetita con el fragmento de "Ami".

El problema fue que no pude despegarme de esa experiencia durante un laaargo período, y seguí buscando a esa persona a través de otras personas. Hasta que caí en la cuenta de que, así como yo me niego a ser medida con la vara de una futura esposa, o futura madre de familia o futura mujer-que-va-a-reparar-un-corazón-roto; tampoco puedo cargar a nadie con la responsabilidad de ser la nueva versión de "Pedrito".

Ya fui la Princesa Azul de alguien: tal vez volveré a ser princesa, pero ya no azul; o tal vez ahora voy a ser la Plebeya Azul. Y de cualquier manera va a estar bien.

septiembre 03, 2009

Chica Superpoderosa

No, gracias. No necesito que me abras la puerta del auto, o me acomodes la silla.

No te voy a pedir ayuda para arreglar el computador; posiblemente trate de
solucionarlo yo sola, y si me quedo corta, te preguntaré.

De hecho, en general trataré de no pedirte ayuda, y me las arreglaré solita la mayor parte del tiempo.

No sé cocinar, y me carga hacer el aseo.

Me gusta ver fútbol, y es posible que quiera acompañarte a ver el partido con tus amigos en vez de quedarme en casa.

Me encanta el cine, y trataría de impresionarte con comentarios sobre planos, encuadres, ángulos, filtros y fotografía.

No me quiero casar, ni sueño con una gran fiesta de matrimonio: de sólo pensar en los preparativos, ya me estreso.

Tampoco sueño con hijos correteando por la casa. Si llegara a querer uno, probablemente lo adoptaría.

Si me tiras una talla pesada, te la voy a responder.

Si tus chistes no me hacen reír, no voy a fingir una risa, te voy a decir que eres fome en tu cara.

Me río fuerte, con escándalo.

No fumo, no tomo, y me cargan los curados.

Cuando duermo mal, soy insoportable. Igual que las guaguas.

Si digo que no, no insistas, que será peor.

Cuando estoy muy estresada, lo único que quiero es estar sola un rato.

No me gusta la ropa interior de encaje, pica mucho. Y si tus amigos no me caen bien, no voy a hacerme la simpática con ellos...

Así que... ¿Todavía quieres invitarme a salir?

agosto 26, 2009

La pareja de siempre

Él se mostró sorprendido. "A nosotras nos afectó mucho que ustedes dos pelearan. Y sobre todo que ella actuara como niñita de quince... Pero tú también deberías haber aclarado las cosas antes, y no quedarte callado ¡Llevan tanto tiempo juntos y ahora están teniendo este tipo de peleas!". Tenía que decírselo, sobre todo porque me habían encargado que lo hiciera, aprovechando que ella estaba de viaje.

Él estuvo de acuerdo. Pero aún venía la segunda parte, la parte entretenida: "Así que la idea que tenemos nosotras es que cuando vayan al concierto al que los invitamos, vayan como la pareja que nosotras hemos conocido desde siempre, con todas las de la ley. Nosotras les regalamos los anillos".

Se sorprendió nuevamente, y se emocionó. Claro, probablemente él nunca habría podido planear una sorpresa así - concierto romántico y regalo, dos por uno - pero para eso estábamos nosotras. Así que aceptó ser nuestro cómplice, guardó el secreto, fue al joyero, se tomó la medida, consiguió la de ella, y durante un par de semanas hizo como si nada pasara.

Finalmente llegó el día, y yo me moría por ver la escena. Pero él prefirió que fuera un momento sólo para dos, así que esperó hasta estar en pleno concierto. Y en medio de una canción, le mostró la cajita con las argollas. Ella lloró - nos contó después - no sabía muy bien qué estaba pasando; y él compartió su alegría con una señora anónima que estaba sentada cerca de ellos, que los abrazó y los felicitó.

Llegaron a la casa felices, mostrando las nuevas adquisiciones. Y nosotras fuimos profundamente felices de verlos felices. Y porque nos sentimos como con el deber cumplido: obvio, son nuestro padres y están casados hace más de 40 años ¡¡¡Cómo iban a andar sin sus argollas de matrimonio!!!

agosto 24, 2009

Pendejus Engrupidus

Sábado, pasada la una de la tarde, dopo la mia lezione d'italiano (ejem...). Iba caminando hacia el metro Baquedano por el Parque Balmaceda, cuando a lo lejos diviso a un grupo de pendex Sub 18 o Sub 20. Habitualmente la fauna adolescente que se ve por esos lados obedece más bien al perfil pokemón-emo-tribudemoda, pero éstos eran distintos: andaban con túnicas largas, negras, con detalles en rojo y amarillo, o en verde y gris. Tenían unas varas como de metro setenta o metro ochenta de alto, con un aro en la punta y por ahí se asomaba una pelota de fútbol... "Es broma", pensé, "¿Será?"... Efectivamente ¡Los lolitos estaban por iniciar un partido de quidditch!

Para los no iniciados en el mundo de Harry Potter, el quidditch es el deporte más popular entre los magos, la "pasión de multitudes" en las tierras del abracadabra. Y éstos chicos (ni tan chicos) se aprestaban a jugarlo, claro que con los pies tocando el suelo, y no a metros de altura, volando sobre escobas.

Me habría quedado ahí parada para mirarlos, pero me entró pudor porque de repente advertí que me miraban con cara de "¿Ella vendrá a jugar también"?. Obvio, justo ese día se me había ocurrido ponerme mi bufanda de Gryffindor (la "casa" a la que pertenece Harry Potter, algo así como una fraternidad de universidad gringa), y el rojo mezclado con el amarillo no pasa precisamente piola.

Así que apuré el paso pensando "Olvídenlo, pendejus engrupidus, tengo como diez años más que ustedes. Definitivamente yo no soy de los suyos". De hecho, mi entusiasmo por la saga y las pelis llegó sólo hasta la bufanda; no voy disfrazada a las avant premiéres, y con suerte recuerdo algunos de los términos del universo harrypotteriano.

¿Será que después de todo, fui muy fome cuando chica? Porque o sea, cuando estaba en el colegio me gustaba Sailor Moon pero no andaba de faldita y look marinero por la vida; también me gustaron los Caballeros del Zodíaco y nunca usé armadura. Reconozco que también me creí Cheetara y andaba echándole carreras a todo el mundo, pero jamás disfrazada.

Qué onda estos lolitos. Igual me caen mejor que los pokemones, porque por último leen libros de más de doscientas páginas y entre comillas, están haciendo deporte. Pero no sé... ¡Es que si no juegan con escobas voladoras, encuentro que no vale!