mayo 02, 2011

De por qué decidir quedar cesante

 Simple: Porque puedo. No porque sea millonaria o algo, sino que porque aún vivo con mis padres, no tengo hijos ni gastos como arriendo o dividendos. Claro, voy a tener que colaborar menos (aún) con el presupuesto familiar, pero tampoco es como que nos vayamos a quedar sin comer por eso.

Y porque me cansé. Estuve seis meses levantándome a las cuatro de la mañana, para llegar a las cinco a trabajar, muerta de sueño todo el día y con la vida social restringida al máximo, porque a las nueve ya tenía que estar en el sobre. Después, cuando me cambié de trabajo y pensé que me había liberado de esos inconvenientes, estuve otros cinco meses viajando una hora y media desde mi casa a la oficina, y viceversa; saliendo a las siete de la tarde (cuando se podía, pero usualmente después de esa hora) y llegando a la casa entre las ocho y media y las nueve, para estar en el sobre de nuevo a las once. Es decir, dos horas de “vida” por día.

Las idas al cine, la lectura y las salidas con amigos disminuyeron al mínimo. Incluso dejé de hacer ballet: en resumen, no pude combinar el trabajo con todos aquellos “cariñitos para el alma”, los gustitos, las cosas que valoro y son parte de lo que soy actualmente.

En ninguno de los dos casos, las pegas me gustaban o convenían lo suficiente como para bancarme los inconvenientes. Porque claro está, el problema iba más allá de los horarios… Pero para que ponerse a pelar a jefes o clientes.

En fin, la cosa es que había (hay) cansancio, no solo físico: mirar para atrás y ver que en los últimos años le he dado demasiada importancia a lo laboral; pero en especial, darme cuenta de que haber recibido una buena formación académica y ser siempre la niña matea no son garantías de éxito cuando no tienes claro lo que quieres y no impones tus términos, todo eso desgasta. Acumulas pena, rabia e incluso un cierto resentimiento. Chocar con la realidad, creo que le llaman.

Si ha sido así para mí, que no tengo más responsabilidades aparte de trabajar, no quiero ni pensar como es para alguien que además tiene que mantener casa y familia. Y no quiero saberlo tampoco: simplemente prefiero andar a un ritmo un tanto más lento que el que demanda “la vida moderna”, y no soporto mucho peso en los hombros, punto. Llámenme mimada, inmadura, superficial, floja, ilusa o inconsciente... Puede ser, pero es lo que siento, y quiero ser fiel a eso.

Releyendo esto, me doy cuenta de que la decisión parece fríamente calculada: pero no hubo nada de frío en el proceso, de hecho hubo llantos al por mayor, problemas de sueño, kilos de estrés (con caída de pelo y todo) e incluso discusiones familiares de por medio.

Pero la vida es balance: cuando te da, te pide algo a cambio; y cuando te quita, te compensa (o al menos eso creo yo): a mí la vida y mis decisiones me llevaron a pegas complejas, pero me dieron a los mejores compañeros y compañeras de ruta que se puedan pedir, personas a quienes ahora llamo amigos; que apoyaron, enseñaron, escucharon, regalaron muchas risas y toneladas de cariño. No dejo de agradecer todo eso.

Por lo pronto, creo que me dedicaré a ser una marmota humana mientras duren los ahorros, a retomar contacto con los amigos, a ponerme al día con las pelis que deje de ver, los libros que aún no leo y con los cafés que quedan por conocer; hasta que vuelva a tener ganas de producir otra vez, y sepa en qué diablos quiero trabajar ahora.

diciembre 24, 2010

Anti-balance de fin de año

Nop. Este año no pienso hacer un ególatra resumen de "mi viaje interno", o las cosas que he aprendido, lo que quiero lograr para el próximo año, blablablá. ¿Por qué? Es bien simple: Tengo la sensación de haber estado todo el año peleando contra mis circunstancias, sin conseguir mucho, y postergando varios planes. Eso cansa, y frustra.

Sin embargo, hay algo por lo que siempre hay que dar las gracias, porque por lo demás, son lo mejor que tengo: mi gente. Así que ahí va...

Familia: todos, sin excepción. Los grandes - los viejitos, los hermanos, las sobrinas mayores - por ser mi principal soporte, y los chicos - Panchi, Toñi, Josué, Martina, Elías - por inyectarme energía y regalarme toneladas de ternura.


Los de hace tanto tiempo: Ale, Bárbara y Carol, mi propio ABC amiguístico; siempre, siempre, siempre ahí. Inés, Andrea, Poly, Carmen, Denisse y sus respectivas parejas e hijos; gracias por crecer juntas. Daniel y la socia Val, tan lejos y tan cerca; Kathy, Paulita Fernández y Raúl, que son mucho más que buenos recuerdos de mi época radial.


Los de no hace tanto tiempo: el gran Alvarito, Gaby preciosa, Jorge, Consu, Cathy, Gracia, son lo más; Leti, Paty y Dorita, que se les extraña. Las de hace menos tiempo aún: Paula y Maria José. Todo siempre han tenido los brazos abiertos para mí, y eso es impagable. 

Las nenas de ballet: Loretito, Maquita y la profe Vale, que aparte de ganas, le ponen risas y mucho cariño a cada clase. Las ocasionales, pero que siempre dejan huella: Kika, Cielo, Paulita Gallardo, Marianita Hales y Loretito León.

Simplemente porque hicieron la diferencia, y lograron que este finalmente no fuera lo que muchos han calificado como "un año de mierda". Vamos por uno más, los quiero montones... 

agosto 11, 2010

Lo que usted siempre quiso saber, y nunca se atrevió a preguntar

"Pero en serio ¿Por qué los gallos terminarán tan babosos por la Kena Larraín?, preguntó mi amiga Gaby (con cuyo permiso cuento para relatar la anécdota). "Porque debe ser buena pa' la cama", respondió uno de los chicos (con cuyo permiso NO cuento, así que no lo individualizaré). "Ya, pero ¿Qué es para los hombres que una mujer sea buena en la cama?", contraatacó la Gaby. CHAN! CHAN-CHAN! Mi amiga había tenido el desplante suficiente para preguntar una de las tantas cosas que yo siempre he querido preguntarle a un hombre. O a varios, como para establecer parámetros estadísticos, así por ser.
Tengo padre y hermano; amigos, primos; he tenido pololos y eso... Pero nunca he preguntado ese tipo de cosas. Son dudas bien básicas en realidad, que nacen nada más que de las diferencias físicas, psicológicas, de costumbres o de gustos que tenemos niños y niñas, lolitos y lolitas, el varón y la dama, blablablá. Son preguntas que deben haber sido formuladas desde los-siglos-de-los-siglos-amén; pero no pretendo ser novedosa, así que he aquí algunas de ellas:

- ¿Qué tanto duele un golpe en los testículos? Porque una dice "debe ser como el dolor de ovarios", y ellos responden "nooo, es peooor", pero ¿Cómo saben?. Así que para tener una idea: ¿Es como pegarse fuerte en la rodilla, como un calambre, un esguince o una fractura?
- Si las minas que salen en "Playboy" fueran feas de cara ¿Igual calificarían como "ricas"?
- ¿Cómo ven para dónde van mientras están pateando la pelota? En serio, es una capacidad que admiro sinceramente.
- ¿Qué onda con "Star Wars"? ¿Y con "El Padrino", y con "Matrix"?
- ¿Cuál es la técnica correcta para pegar el buen "combo en l'hocico" que le llaman?
- ¿Y para una "PLR"? (¿Con el empeine, el borde interno, la planta o de taquito?)
- Cuando sacan a bailar a alguien en una fiesta o una disco, y les dicen que no ¿Les molesta o están acostumbrados? ¿O nunca terminan de acostumbrarse? Yo no podría superarlo, así que creo que finalmente desistiría...
- ¿Algunas veces se preguntan cómo se sentirá estar embarazado? (No, no es como estar hinchado después de zamparse una parrillada. Aunque yo tampoco sé cómo es, la verdad...)

Llámenme superficial, pero son dudas que vienen de lo más profundo de mi lado Hello Kitty y de la adolescencia tardía, que me resisto a superar. Así que si hay algún representante de la raza masculina que tenga a bien contestar a mis interrogantes (decentemente y con buena intención... o se van de coscacho...), lo agradeceré.