agosto 26, 2009

La pareja de siempre

Él se mostró sorprendido. "A nosotras nos afectó mucho que ustedes dos pelearan. Y sobre todo que ella actuara como niñita de quince... Pero tú también deberías haber aclarado las cosas antes, y no quedarte callado ¡Llevan tanto tiempo juntos y ahora están teniendo este tipo de peleas!". Tenía que decírselo, sobre todo porque me habían encargado que lo hiciera, aprovechando que ella estaba de viaje.

Él estuvo de acuerdo. Pero aún venía la segunda parte, la parte entretenida: "Así que la idea que tenemos nosotras es que cuando vayan al concierto al que los invitamos, vayan como la pareja que nosotras hemos conocido desde siempre, con todas las de la ley. Nosotras les regalamos los anillos".

Se sorprendió nuevamente, y se emocionó. Claro, probablemente él nunca habría podido planear una sorpresa así - concierto romántico y regalo, dos por uno - pero para eso estábamos nosotras. Así que aceptó ser nuestro cómplice, guardó el secreto, fue al joyero, se tomó la medida, consiguió la de ella, y durante un par de semanas hizo como si nada pasara.

Finalmente llegó el día, y yo me moría por ver la escena. Pero él prefirió que fuera un momento sólo para dos, así que esperó hasta estar en pleno concierto. Y en medio de una canción, le mostró la cajita con las argollas. Ella lloró - nos contó después - no sabía muy bien qué estaba pasando; y él compartió su alegría con una señora anónima que estaba sentada cerca de ellos, que los abrazó y los felicitó.

Llegaron a la casa felices, mostrando las nuevas adquisiciones. Y nosotras fuimos profundamente felices de verlos felices. Y porque nos sentimos como con el deber cumplido: obvio, son nuestro padres y están casados hace más de 40 años ¡¡¡Cómo iban a andar sin sus argollas de matrimonio!!!

agosto 24, 2009

Pendejus Engrupidus

Sábado, pasada la una de la tarde, dopo la mia lezione d'italiano (ejem...). Iba caminando hacia el metro Baquedano por el Parque Balmaceda, cuando a lo lejos diviso a un grupo de pendex Sub 18 o Sub 20. Habitualmente la fauna adolescente que se ve por esos lados obedece más bien al perfil pokemón-emo-tribudemoda, pero éstos eran distintos: andaban con túnicas largas, negras, con detalles en rojo y amarillo, o en verde y gris. Tenían unas varas como de metro setenta o metro ochenta de alto, con un aro en la punta y por ahí se asomaba una pelota de fútbol... "Es broma", pensé, "¿Será?"... Efectivamente ¡Los lolitos estaban por iniciar un partido de quidditch!

Para los no iniciados en el mundo de Harry Potter, el quidditch es el deporte más popular entre los magos, la "pasión de multitudes" en las tierras del abracadabra. Y éstos chicos (ni tan chicos) se aprestaban a jugarlo, claro que con los pies tocando el suelo, y no a metros de altura, volando sobre escobas.

Me habría quedado ahí parada para mirarlos, pero me entró pudor porque de repente advertí que me miraban con cara de "¿Ella vendrá a jugar también"?. Obvio, justo ese día se me había ocurrido ponerme mi bufanda de Gryffindor (la "casa" a la que pertenece Harry Potter, algo así como una fraternidad de universidad gringa), y el rojo mezclado con el amarillo no pasa precisamente piola.

Así que apuré el paso pensando "Olvídenlo, pendejus engrupidus, tengo como diez años más que ustedes. Definitivamente yo no soy de los suyos". De hecho, mi entusiasmo por la saga y las pelis llegó sólo hasta la bufanda; no voy disfrazada a las avant premiéres, y con suerte recuerdo algunos de los términos del universo harrypotteriano.

¿Será que después de todo, fui muy fome cuando chica? Porque o sea, cuando estaba en el colegio me gustaba Sailor Moon pero no andaba de faldita y look marinero por la vida; también me gustaron los Caballeros del Zodíaco y nunca usé armadura. Reconozco que también me creí Cheetara y andaba echándole carreras a todo el mundo, pero jamás disfrazada.

Qué onda estos lolitos. Igual me caen mejor que los pokemones, porque por último leen libros de más de doscientas páginas y entre comillas, están haciendo deporte. Pero no sé... ¡Es que si no juegan con escobas voladoras, encuentro que no vale!