junio 23, 2010

Inovidables momentos de olvido


Martes, cerca de las tres de la tarde: me metí a la estación Plaza de Armas para volver a la casa después del trabajo. Pegada como iba, leyendo los últimos capítulos de "Alta Fidelidad", entré al metro y me senté, sin mirar a nadie o nada más que a las hojas de mi libro. Después de un rato, levanté la vista para ver en qué estación iba y me dí cuenta de que el metro no iba por el túnel, sino que en altura... "Hum...", pensé, "en dirección a Pudahuel el metro no va en altura". Brillante conclusión: lo siguiente que veo es el letrero de la estación Carlos Valdovinos... ¡CARLOS VALDOVINOS! ¡¿En qué minuto, pero en qué minuto fui a dar allí?!

Con ataque de risa, llamé a mi vieja para contarle y después del suspiro de resignación correspondiente, me dice que ella anda en el centro, que nos juntemos en estación Plaza de Armas. Perfecto. Me subo nuevamente al metro, esta vez en la dirección correcta, me pego otra vez al libro y al rato suena mi celular: "¿Dónde estás? Te estamos esperando", me dice mi vieja... Miro el letrero de la estación... "Eeehhh... creo que me pasé; estoy en Blanqueado, mamá, mejor nos vemos en la casa...". Mal, todo lo que es mal.

La verdad es que mi estado mental debería al menos preocuparme, cuando no deprimirme, si no fuera por el historial de pajaroneos y metidas de pata que acumulo en mi vida, que no es menor. De hecho, y por recomendación de mi amiga Bárbara, hice una especie de Top Five con mis inolvidables momentos de olvido (qué lindo sonó eso...):

1.- Look apache: Uno de los pocos productos de maquillaje que uso a diario es el corrector de ojeras. Pues bien, iba yo camino a la Universidad, cubriendo coquetamente mis ojeras con el mentado ungüento. Cumplida la misión, me bajo en la estación correspondiente, y a medida que caminaba hacia el campus notaba lo mucho que iba llamando la atención. "Guau, y eso que sólo me puse corrector de ojeras"... Claro, me había puesto sólo eso, pero había olvidado esparcirlo, de modo que me andaba luciendo al más puro estilo Pocahontas, versión sur del mundo. Guapa yo.

2.- Los Fantasmitas: Siendo aún una imberbe practicante en radio Chilena, a menudo me topaba con que las "cuñas" (para los no periodistas: dícese del extracto de declaración escogido para una nota) perdian claridad, y algunas veces incluso se podía escuchar lo que había sido grabado anteriormente en el mismo cassette, fenómeno conocido como "los fantasmitas". Alguien entonces me pasó el dato de que los radiocontroladores tenían una maquinita para quitarle esos ripios a las cintas, así que pedí que me arreglaran la que tenía que utilizar en ese momento, pero cuando me la devolvieron, estaba completamente en blanco. Claro, nadie me explicó (ni yo pregunté), que la maquinita en cuestión no era tan avanzada ni selectiva como para sólo sacar el ruido: era simplemente un imán que dejaba los cassettes nuevamente en blanco. Genio y figura.

3.- Disléxica de los pies: Ocurrió que mientras trabajaba en otra radio, me levanté una de aquellas mañanas y busqué a tientas mis zapatillas. Me vestí, tomé desayuno y partí al trabajo. Hasta allí todo bien, pero cuando llego al paradero del colectivo, por alguna misteriosa razón me miré los pies y ahí estaban: una zapatilla perfectamente negra, y la otra perfectamente café!!! Maravilloso!!! Y como más de alguien se podía dar cuenta y subirme al columpio, opté por contarle a todo el mundo mi pastelazo. Por suerte los modelos eran parecidos, y claramente pudo haber sido más grave: pudo haber sido una bota y una chala, o una pantufla y tacos altos...

4. - Lo que no nunca debe faltar en la playa: Hace un par de años, íbamos rumbo a La Serena con mi amiga Bárbara, a disfrutar de nuestro merecido descanso veraniego. Íbamos entretenidísimas conversando, más o menos a la altura de Pichidangui, cuando mi socia me dice algo así como: "Ay, yo lo único que quiero es ponerme el bikini y correr al agua...", y yo me puse momentáneamente pálida. "Bárbara, no me vas a creer... no eché el bikini a la maleta!!!", "¡¡¡Cómo se te olvida echar el bikini cuando vas a la playa!!!". Resultado: Tras el ataque de risa, que nos duró hasta que llegamos a La Serena, tuvimos que pegarnos un tour al mall local y por suerte (por suerte!), había liquidación de la necesaria prenda. De lo contrario, habría tenido que quedarme en la arena, más vestida que musulmana.

5.- La Titulación: OK, aquí es cuando me doy cuenta de que la Bárbara ha sido testigo de casi todos los pastelazos de la lista. Lo heavy es que se sigue sorprendiendo de mi capacidad de pasteleo. En fin, ésta es una de las peores: ella se iba a titular, y yo iba camino a la ceremonia con un ramo de flores, corriendo pa que no se me hiciera tarde. Y se me ocurre llamar a otro compañero que también iba a ir al asunto: "Oye", le digo "Tú sabes en qué salón va a ser la titulación? Me esperas afuera para que entremos juntos?". Silencio de fracción de segundos, y del otro lado me contestan: "Eeehhh... Paula, la titulación fue ayer...". Maaal!!! Sintiéndome pésimo, llamo a la Bárbara para pedirle disculpas y ella me dice que pensó que me había pasado algo, y por eso no había podido ir. Le digo que voy camino a su casa a dejarle las flores, no le escucho bien lo que me contesta, y parto. A medio camino, me llama y me pregunta por qué me he demorado tanto. "Porque hay un taco del terror en Pajaritos", le explico. "Paula, y qué haces en Pajaritos? Si te dije que no estaba en mi casa, que estaba donde mi pololo!!!". Sin comentarios...

Sé que no debería exponer de esta manera mi nivel de "fragilidad mental", a riesgo de no conseguir más amigos, o peor, de no volver a conseguir novio. Pero la verdad es que, de vez en cuando, por atarantada o por andar demasiado concentrada en otras cosas, mi conexión con la realidad se rompe abruptamente. Hasta ahora, no le he causado daño a nadie, ni tampoco a mí misma. Y a estas alturas, la verdad es que pese a mi infinita mala cabeza, igual me sigo cayendo bien, qué le voy a hacer. De todas formas, ya está todo el mundo sobre aviso, no digan que no les advertí.

3 comentarios:

Bárbara dijo...

Paula! Te queremos tal como eres!!!! Tus "pajareadas" son parte de ti Un abrazote!

loreto dijo...

A veces la vida exige tanta concentración en instancias laborales o emocionales que perdemos la concentración en lo cotidiano.
Lore, la que perdió la billetera dos veces en un mes y se la devolvieron.

Cariños

Val dijo...

socia ya tengo blog!!! ahora te puedo hacer aportes solidarios!!

e e e!

y no te preocupes... ese tipo de olvidos te hacen la persona diver que eres