agosto 05, 2008

Daltónica de los pies

Era un día como cualquier otro. Me levanté, apurada como siempre; me lavé todo lo que hay que lavarse, y me vestí debajo del cubrecama, con el scaldasonno prendido, para capear el frío. Bajé las piernas de la cama y a tientas busqué mis zapatillas.

Me hice café en mi jarrito térmico y partí rumbo al trabajo. Un viaje sin novedades: los típicos apretones en el metro, las viejujas reclamando porque no les dan el asiento... en fin... nada fuera de lo común.

Bajé del metro y partí al paradero del colectivo. No pasaba. Qué frío, los pies se me estaban helando, y me los miré, como para cerciorarme... Me froté los ojos, limpié los lentes, pero no, estaba viendo bien. O tal vez era un episodio momentáneo de daltonismo. El hecho es que mi zapatilla derecha era perfectamente negra... pero la izquierda era perfectamente café!!!

No me equivocaba de zapatos desde que tenía unos once años. Pero en aquella oportunidad al menos, fue el par completo: unos zapatos azules que eran mis regalones, pero que claramente se veían raros con el uniforme. Así que llamé a la casa y mi abnegada madre tuvo que correr al metro con los zapatos correctos, para que la niña no pasara vergüenza. Pero ahora no podía pedirle lo mismo, porque a diferencia de aquel entonces, habría tenido que atravesar todo Santiago, y bueno, porque ahora tengo bastantes años más.

Así que contuve el ataque de risa - para no parecer "la loquita que se anda riendo sola", además de "la loquita que anda con los zapatos cambiados" - y me subí al colectivo.

Ya en el trabajo, opté por ridiculizarme sola, como para evitar situaciones del tipo: "uuuhhh, mira, ella anda con los zapatos cambiados" o "Paula, no sé si te habías dado cuenta pero...". Incluso afirmé que estaba reviviendo una antigua moda, o que si le había pasado a una ministra, por qué no me podía pasar a mí (Clarisa Hardy, y por lo menos lo mío era una combinación negro-café; la de ella era negro-rosado). Pero por lo demás, siempre digna.

A mi favor, sólo puedo argumentar que aunque me levanto a las seis, en realidad despierto como a las once; o que me visto a media luz, o que siempre ando apurada. En fin, alego demencia su señoría, soy inimputable... y por último, en la variedad está el gusto ¿O no?

5 comentarios:

Alejandra dijo...

Negro café pasa inadvertido en todo caso, a menos alguien se fije con intención en tus zapatos. Oye, peor hubiera sido combinar colores incombinables en chaqueta y pantalón... siempre hay que ser positivos.
Saludos

Unknown dijo...

Jajaja.. Niña, que a mi marido le ha pasado lo mismo, el viernes no más recien pasado!!!!.. No lo podía creer. Se puso zapatos cambiados, en todo caso eran ambos de color negro, pero con distinta forma.. Yo no podía para de reir!!!.. Lo peor es que se dió cuenta el sábado!!!!, cuando fue a buscarlos para embetunarlos ya que ibamos a ir a un matrimonio!!!...

JAJAJAJA..

Saludos

Sandra

Jorge Arce dijo...

De lo que parece perdido, es necesario rescatar lo positivo. Me gustó la manera de contar esta historia. Un abrazo y volveré.

Jorge Arce dijo...

De lo que parece perdido, es necesario rescatar lo positivo. Me gustó la manera de contar esta historia. Un abrazo y volveré.

Biuti Fruti dijo...

Ale: hum... cuáles son los colores incombinables??? Capaz que haya andado vestida de tony y no me di cuenta. Y sí, definitivamente pudo haber sido peor, ponte tú que hubiera sido una zapatilla y un zapato con taco... valor!!!
sandrita: bueno saberlo, no estoy sola en el mundo. Debería formar un club, el Club de los Zapatos Cambiados. Clarisa Hardy podría ser nuestra miembro honoraria número uno. Saludos!
Jorge: era reírse o andar todo el día perseguida porque alguien se podía reír de mi. Y cuando se trata de burlarse de mí, exijo ser la primera de la lista!!! Saludos!